El Topo y Manolo, en busca de los mejores churros de la Argentina

Federico Moreno

Los churros, veneradas masas fritas e íconos del verano argentino, encuentran su máxima expresión en El Topo de Villa Gesell y Manolo de Mar del Plata, verdaderos bastiones de esta deliciosa tradición. Los churros en las playas argentinas tiene raíces en la conquista española, en la inmigración y en el peronismo. ¿Todo por un churro? Vayamos por partes, por la fascinante historia del churro. Su origen para algunos historiadores se remonta a China, durante la Dinastía Song cuando los mercadores portugueses conocieron el Youtiao, una tira de masa frita. Este bocado evolucionó en la península ibérica, donde se le añadió azúcar y se le dio la forma de estrella, creando así el churro que conocemos hoy. El nombre refiere a los cuernos de las ovejas churras, que son originarias de Castilla y León. Por esto mismo, en España, los churros tienen una forma curva por la que se unen ambos extremos de la masa.

Aunque los churros fueron introducidos en América por los españoles durante la Conquista, inicialmente en México para luego expandirse por todo el continente. Los churros llegan a la Argentina, como parte de la herencia culinaria de las oleadas de inmigrantes españoles. Su popularidad en las playas argentinas se consolidó en la década de 1940 con el auge del turismo nacional impulsado por el peronismo.

En Manjar, los invitamos a leer “El Topo y Manolo, en busca de los mejores churros de la Argentina”. Herencia de sabores, recetas que se transmiten de generación en generación, historias tejidas de esa masa dorada, crujiente, que es el churro.


El Topo

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Íconos ineludibles de la temporada, venerados por generaciones de turistas, los churros de El Topo se erigen como símbolo y estandarte indiscutido de Villa Gesell. Recorrer la costa balnearia y no pasar por una de sus Madrigueras (le dicen así a su local), y privarse del deleite de sus churros constituye un pecado gastronómico imperdonable. El Topo ostenta con orgullo su posición de ser considerada como una de las churrerías más importantes dela Argentina, alcanzando renombre gracias a sus recetas y la audaz reinterpretación del clásico churro.

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La leyenda cuenta que El Topo inauguró sus puertas en el verano del 68, cuando Hugo y Cacho, con espíritu emprendedor, establecieron la primera churrería de Villa Gesell. Sin embargo, los cimientos de esta historia se fraguaron unos meses antes, en las calles de Buenos Aires. De los tropiezos se aprende. Sus dos primeras churrerías no lograban despegar, ejemplo de ello, fue el local en Belgrano que vendía bien, pero al tener sistema de extracción de humo y olores, el consorcio del edificio lo echó. El local de La Paternal tampoco anduvo. Cuando estaban por dejar todo, un amigo en común, les propuso que fueran a probar suerte a Villa Gesell, donde cada vez veraneaba más gente y no había churrería. 

Donde terminaba la Villa, en la 110, encontraron el local más barato para ubicar la primera fábrica. Instalaron las máquinas que traían de Buenos Aires. Llamaron a un letrista para pintar la vidriera. Decidieron seguir con la tradición porteña de poner “fábrica de churros”, así, a secas. El letrista les recomendó ponerle algún nombre, y les sugirió «El Topo» por Gigio, ya que estaba de moda poner de nombre de negocios a personajes de la TV. Como toque final, los socios decidieron que para llamar la atención, el cartel de CHURROS debía estar al revés, así la gente se detendría a ver qué dice el cartel extraño. Clase magistral de marketing, para los libros de historia.

Su amigo tuvo razón. Fue tan así que decidieron, al año siguiente, poner otra sucursal en Necochea. Otra plaza donde no había churrerías. Hugo confiaba en el crecimiento de Villa Gesell y Cacho en el de Necochea. Por lo que cada uno se quedó con un negocio, quedando asociados solamente en la propiedad de la marca, respetando las fórmulas de la elaboración de los productos y la calidad de los mismos.

Los años pasaron, los negocios se fueron haciendo famosos, Las largas colas (de más de 50 metros) los días de lluvia, los churros en la playa los días de sol, hicieron que los churros se conviertan en la «factura» del verano. Pasaron 4 décadas, y la segunda generación, los hijos e hijas de los fundadores decidieron emprender la expansión de la marca a nuevas ciudades, siendo hoy en día la churrería con más locales a nivel nacional.

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La tercera generación al frente de El Topo

Junto con los nuevos locales, y con el aporte de la tercera generación, llegó la diversificación del producto. Nuevos rellenos salados y también rellenos apto vegano, atendiendo la actual demanda. Todos los locales son propios de las familias.

“Creemos que esa es la mejor manera de velar por la calidad de nuestro producto. Hoy estamos en Gesell, Necochea, Mar Azul, una próxima apertura en Mar de las Pampas, Pinamar, Valeria del Mar, Cariló, Buenos Aires (Belgrano, Caballito, Tribunales y Pueyrredón), Bahía Blanca y Bariloche”, cuentan desde la familia.

Entre los churros hay simples, rellenos con dulce de leche, chocolate, crema pastelera, crema de limón, naranja, batata y membrillo. Están los rellenos especiales de oreo, nutella y dulce de almendras. Y también los salados de aceitunas, hummus, jamón y queso, leber, cheddar y roquefort. Una de las últimas creaciones son los churros de vitel toné. En la carta también ofrecen bolas de fraile, donas de papa, tarta de coco, ensaimada, pastelitos y medialunas.

Durante la temporada alta en Villa Gesell, El Topo produce más de 10.000 churros al día. Este es un legado gastronómico que se ha convertido en una tradición familiar, trascendiendo generaciones. ¡En el Topo hay churros para rato!

El local de El Topo en Cariló, uno de los clásicos puntos de venta de los churros de dulce de leche y chocolate

Manolo

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Los clásicos son eternos, Manolo y Mar del Plata un solo corazón. Aunque este lema bien podría ser el slogan oficial de la ciudad o del establecimiento, no lo es. Más bien, refleja la alegría que experimenta cada visitante al cruzar la puerta de alguno de los locales que Manolo tiene en la Ciudad Feliz y sentir el aroma de sus churros calientes.

Manolo, representa a una familia cuya tradición en la fabricación y venta de Churros se remonta al año 30 del siglo pasado. Manuel Benito y Claudia Ortiz, sus fundadores, formaron una familia que se desarrolló en la costa de Mar del Plata, Pablo Santurian y Manuela Benito, se establecieron en 1980 para dar inicio al proyecto que hoy es Manolo en Mar del Plata. Hoy, sus continuadores, respetan la tradición de sus churros, de sus recetas, ampliando también el menú, ofreciendo al visitantes desde el desayuno hasta la cena.

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“Siempre con el equilibrio constante de grandes expectativas y sabores característicos, las recetas han sido transmitidas de generación en generación; asegurando que nuestro nombre, Manolo, siga esforzándose por mantener siempre una línea excepcional, cumpliendo las expectativas de nuestros clientes, brindando la mejor calidad de producto y un servicio impecable”, destaca en la página oficial de la empresa.

La carta ofrece churros simples o rellenos de chocolate, dulce de leche y crema pastelera. También chocolate español (Chocolate Artesanal de contextura espesa), chocolate francés (Chocolate Artesanal de contextura liviana) y chocolate en jarrita. También se puede desayunar y merendar con una amplia gama de caféteria, jugos y gaseosas, acompañadas con medialunas, tortas y sándwiches. Para los almuerzos y cenas, entre lo más pedido de la cocina son las pizzas, empanadas, milanesas con guarnición, ensaladas, carnes, pollos y hamburguesas con papas fritas.

Manolo abre todos los días, a toda hora. Con estos churros, imposible no sentirse feliz en la feliz.

Los churros de Manolo en Mar del Plata, toda una tradición


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