5 lugares para comer en Uribelarrea

Nicolas Fiorato

Pueblo gastronómico con tradición y aroma rural

Uribelarrea es una localidad que está en el Partido de Cañuelas a sólo 80km de Buenos Aires. Paisaje rural, una plaza principal trazada por el arquitecto Pedro Benoit, casonas centenarias con ladrillos gastados por el tiempo, tambos, galpones ferroviarios y un casco antiguo con calles de tierra donde confluyen propuestas para salir a comer como bodegones, restaurantes, bares y casas de té.

Fundado como Colonia Agrícola en 1889 por Miguel Nemesio de Uribelarrea fue uno de los polos lecheros más importantes de la década del 30 y 40. Uribelarrea tiene una población de 1300 habitantes y se ha convertido en uno de los pueblos más turísticos de la provincia. “Un pueblo de película”, ya que su arquitectura y aspecto rural conservados lo convierten en una de las locaciones más solicitadas para rodajes de películas, series y publicidades de la Argentina.

Fusión entre pasado y presente, comer en Uribelarrea es descubrir productos orgánicos de elaboración casera como fiambres, quesos, cervezas, dulce de leche. Salir en Uribelarrea es tentarse con carnes al asador, o volver a sentir los aromas de la abuela con guisos, locros y cazuelas. Clima rural, bien de campo, lejos del ruido de la ciudad para disfrutar de las costumbres culinarias argentinas. ¿Desde Manjar los invitamos a descubrir nuestra Guía de “Los 5 lugares para comer en Uribelarrea”


Pueblo Escondido

Don Bosco Santo 499

puebloescondido

Uribelarrea es un pueblo de película. Literal, porque sus calles de tierras, sus casonas centenarias, plazas y rincones escondidos han sido inspiración para muchos directores de cine, publicidad y televisión que la han elegido como un set de filmación. Tradición, madera y embutidos. Está es la historia de Pueblo Escondido que funciona en una de las casas fundacionales del pueblo. Construido en 1904 por Don Ramón Espina, un asturiano que en 1899 dejó su tierra natal y al llegar a Buenos Aires conoció la oportunidad de comprar tierras en la naciente Colonia Agrícola. Compraron un terreno y construyeron la casa familiar donde criaron a sus cuatro hijos. Allí Don Espina instaló en 1915 la Carpintería del poblado, en donde desplegó sus habilidades de carpintero y herrero: de su taller salían carros y sulkies, y herramientas y aplicaciones de madera para la incipiente actividad agrícola ganadera de la Colonia. En el año 2003, los nuevos propietarios restauraron este caserón, dando lugar a la inauguración de Pueblo Escondido, un restaurante y salumería que rinde homenaje a la rica historia y tradición del lugar.

Se especializan en la elaboración de fiambres de calidad artesanal con las antiguas recetas de sus abuelos italianos, el empleo de materias primas premium y tiempos de maduración que brindan a sus productos aromas y sabores especiales. Sus especialidades son la sopresatta siciliana, la longaniza calabresa y la longaniza napolitana. Además, producen salames de campo, chorizo seco, jamón serrano, bondiola, lomito y solomillo ahumado. De su cocina salen también tucos poderosos, comidas de olla, sopas, estofado de osobuco y carnes braseadas. Amasan pastas de tradición italiana: papardelle, maccheroni, gnocchi, raviolones, sorrentinos. Además sumaron un Almacén de campo con una gran variedad de quesos seleccionados de vaca, cabra y oveja. Van a encontrar fontina, sardo, provolone, gruyere, sbrinz, gouda, feta, pecorino, pepato, cuartirolo, mozzarella, crotin, brie, camembert, azul, morbier, entre otros.

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Platos generosos de tradición italiana, en un ambiente rural, relajado y cálido, Comer en Pueblo escondido, es digno de filmar una y otra vez.


El Palenque

Ntra Señara de Lujan, esq. Belgrano 1815

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El año 1890 es recordado en el pueblo por ser el año de su fundación y por ser el año que El Palenque abrió sus puertas. Ubicado en una esquina icónica, frente a la pintoresca y arbolada plaza octogonal, este rincón histórico nos invita a saborear la tradición en cada bocado.

Sus primeros dueños fueron los hermanos Nafarrate, cuando albergaba una pulpería con almacén de ramos generales y, pared de por medio, una casa de hospedaje. Después pasó por distintas manos, e incluso fue depósito de sal y forrajería. Pero siempre conservó su carácter original de bar de pueblo. Después de un tiempo cerrado, El Palenque volvió abrir sus puertas en el 2011. Los nuevos dueños conservaron su estructura y tapizaron sus paredes con más de 100 imágenes de la historia del pueblo: alusivas al pueblo: del ferrocarril, la Iglesia, la gente de Uribe, la Escuela Don Bosco, y un rincón dedicado al cine, con posters de las principales películas filmadas en la zona. Entre ellos se destaca un afiche original de Juan Moreira.

La oferta culinaria se destacan por sus empanadas de carne cortada a cuchillo fritas, canelones de verdura, tallarines de rúcula, y ravioles de ricota con salsa de campo con crema y queso fundido, picadas super abundantes con productos regionales y sus carnes al asado con leña de quebracho: pechito de cerdo, vacío, asado, bondiola. Recomendamos probar los salames, queso y papas fritas con salsa de campo con la cervza artesanal El Palenque, que producen en la casa. Un maridaje perfecto.

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Sumergirse en la experiencia culinaria dentro de sus paredes equivale a realizar un fascinante viaje en el tiempo. Es deleitarse con épocas pasadas mientras se saborea una cocina auténtica y contemporánea que rescata lo más destacado de su historia gastronómica.


Sixto

Rosenbusch 68

sixtouribelarrea


Un paisaje que susurra la invitación a desacelerar el vértigo del ritmo urbano, sumergiéndose en la serenidad de una localidad que ha sabido reinventarse como un polo turístico y gastronómico. Caminando por las calles de tierra uno se topa con parrillas, cervecerías artesanales, bodegones, cafeterías y casonas centenarias que se reciclan en restaurantes de cocina de autor, con un fuerte rasgo de elevar la cocina de la zona y divulgar los productos y tradiciones del lugar. Entre ellas se destaca Sixto, emprendimiento del cocinero Gonzalo Ramírez, que propone al visitante conocer la historia del pueblo y sus costumbres a través de una cocina autóctona y con mucho estilo.

Ubicada en una casa que supo ser un hotel, el ambiente es acogedor, cálido, con una paredes de ladrillos gastados a la vista, mucha madera, muebles antiguos, rincones muy instagrameables, sillas y mesas en la veredita y al lado de la cantina una antigua cancha de pelota vasca, reciclada en espacio cultural para shows musicales. La propuesta culinaria de porciones abundantes, empieza con unas empanadas de osobuco al Malbec y panes caseros para continuar con una mollejitas al verdeo, raviolones de Cordero, Sorrentinos de calabaza cebolla y muzzarella, raviolones de molleja y Pollo, agnolotis de apio roque y nuez, chuletitas de cerdo a la cerveza, guiso de lentejas, canelones de verdura, locro y chorizos a la pomarola, entre otros platos. De postre, flan casero con el fantástico dulce de leche elaborado en el Colegio Don Bosco del pueblo.

“Cuando era un purrete y mi viejo prendía el fuego los domingos yo lo observaba, y le preguntaba para que prendía el fuego en la tierra si tenía la parrilla de material…según el, la carne quedaba más rica y cualquier cosa que hagas en la tierra y con leña, queda más rica que hecha en la cocina. Tenía sus tronquitos cortados, trataba de no usar carbón. Todavía tiene una pava que se cae a pedazos. Ah! Pero después de comer y antes de la siesta se tomaba un mate, con el agua que calentaba en las brasas que quedaban… También el mate tiene otro gusto según él.
Yo crecí, elegí la gastronomía como forma de vida y sí, tiene razón. Ahora el fuego lo prendemos “cuando hay tiempo”. Los Domingos me doy el gusto de atender a los que nos vienen a visitar a Sixto, tratamos de que sea del mismo modo que me trataban mis viejos en su casa… Cada vez que se puede se prende un fuego. ..”


No son modas, son tradiciones.

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El retoño

 María Auxiliadora 595

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Postales que enamoran. El retoño es una casa de té, rodeada de campos verdes, flores, árboles y una huerta orgánica que abastece de verduras y frutas a su propuesta culinaria. El proyecto abre sus puertas en el 2017 y nace de la mano de Cristina Gil Giraldez que se asentó en el pueblo después de volver de una experiencia europea. Con el sostén de familiares, amigos y vecinos el espacio es un trabajo comunitario, atendido por mujeres que continúa creciendo por el apoyo de los productores locales y de visitantes que se van encantados de la atención, de la calidad de sus productos y de sus té e infusiones.

La especialidad de la casa es el Té: selección de hebras premium de té negro, verde, blends de Chai (te negro, canela, cardamomo, jengibre, anís), Earl Grey (té negro, bergamota, cáscara de naranja, clavo de olor) y Flores (té verde, rosa mosqueta, pétalos de rosa, jazmín). Infusiones de manzanilla, tilo e Hibiscus. Para acompañar se sirven tostónes de huevos revueltos, medialunas y tostados de jamón y queso. Hace tiempo que sumaron ofertas para almorzar donde brillan los platos que salen del Horno de Barro, con un menú que incluye tortillas, provoletas Don bosco (artesanal, con hojas de la huerta y hortalizas confitadas), pastas, cazuelas de humitas, pastel de papa, matambrito a la pizza y banderita ahumada acompañada de papas asadas. En la parte dulce, tortas de chocolate, naranja y nueces, manzana, budines de chocolate y zanahoria.

Una visita a El Retoño es más que una experiencia; es un paseo por la naturaleza, la historia y el sabor, dejando a cada visitante envuelto en el cálido abrazo de lo auténtico y lo memorable.


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